lunes, 28 de mayo de 2007

Diálogos para el recuerdo II



Una nueva entrega de los diálogos que nos han marcado. Esta vez recalamos en el cine español. Una película de Álvaro Sáenz de Heredia (1990), protagonizada por Josema Yuste (Conde de Capra Negra) y Millán Salcedo (el criado Antoine), más conocidos por Martes y 13. La película es una de las grandes: “Aquí huele a muerto... (¡pues yo no he sido!)”.
El señor conde le roba la leche a un vecino, pues no tienen ni para pipas, pero se le derrama por el suelo...
-Conde:
“¿Qué voy a desayunar? ¡Mendrugo! ¡Vamos, piensa algo! ¡Piensa! ¡Piensaaa!”
-Antoine:
“No puedo pensar...”
-Conde: “¡Je! No puedo pensar... ¡mendrugo!”
-Antoine:
“Mendrugo... sí. Yo tengo dos mendrugos y con unos huesos podría preparar un caldito.”
Nené viene a casa del conde a merendar y éste piensa en pedir su mano y así salir de la miseria, pero no tienen nada que ofrecerla, a excepción del café usado del bar de abajo. Pero es lo único que tienen...
-Conde:
“¿Les puedo ofrecer algo...? Quizás... No sé... ¿Café?”
-Antoine: “Tenemos de todo. Por supuesto tenemos café. Café sólo. Café oscuro. Café negro. Café marrón. Café turco. Café del norte. Café del sur. Café... que no lo había dicho. Cafecillo...”
-Nené: “Para mí un té, gracias.”
-Conde: “Sí. Un té.”
-Antoine: “Sí. Café sólo.”
-Nené: “He dicho té.”
-Antoine:
“¿Sólo?”
-Nené: “Con limón, gracias.”
-Antoine: “¡Ah...! No se las merecen. Café con limón.”
-Conde: “No seas zoquete. Te ha pedido un limón sólo con café.”
En un vagón restaurante se disponen a cenar (de gorra) y, mientras les buscan asiento:
-Conde:
“Antoine, ahora vamos a cenar. Recuerda lo que tienes que hacer.”
-Antoine: “Sí, señor conde.”
-Conde: “¿Qué tienes que hacer?”
-Antoine: “Mmm... Pues ahora mismo... ¿Qué... qué tengo que hacer?”
-Conde:
“Grrr. El plan, estúpido.”
-Antoine:
“¡Ah, sí! El plan estúpido.”
-Conde:
“¡No! El plan. (Capón) Punto. Estúpido.”
Nicole, una escritora que conocen en el tren camino a Somolskaia, se asusta por un gato mientras se asea, cayéndosele la toalla que la cubría el pecho. El ruido alerta al conde, quien abre la puerta y la encuentra cubierta solamente con otra toalla hasta la cintura:
-Conde:
“¡Ahh...! Buenas... Buenas tetas. Digo... Buenas tardes. Di... Digo... Buenas noches. Se te ha caído una teta. Digo... ¡Huy! Digo... La toalla.”
El notario muere de risa mientras leía el testamento del difunto Barón de Somolskaia. Antoine y el conde van a bajar el cuerpo al sótano y Alfredo (el conde) se gira para pedir ayuda a Nicole, encontrándose frente a su generoso escote:
-Conde:
“¡Nicole!”
-Nicole:
“¿Si, Alfredo?”
-Conde: “Vete abriéndonos las piernas... Digo... Las puertas. Vete abriéndonos las puertas que vamos a follar... Digo... que vamos a bajar.”
Mientras Nicole y el Conde van a clavar una estaca en el corazón del conde Drácula (¿?), Antoine se queda sólo y con mucho miedo:
-Antoine:
“Tranquilo Antoine. Si estoy tranquilo. No sé a qué viene esto. No estás tranquilo y además, estás hablando sólo. Ja, ja, ja... Dice, dice que estoy hablando sólo.”

viernes, 18 de mayo de 2007

Flores para Algernon



AVISO: SE DESTRIPA EL LIBRO.
Y por fin me lanzo a escribir sobre un libro, algo que me produce, debéis saberlo, cierto pavor. La lectura de un libro representa una experiencia única y, hasta cierto punto, íntima. Desde mi punto de vista, un libro cambia dependiendo de la persona que lo lea. Es algo parecido a lo que intenta decirnos Michael Ende en “La Historia Interminable”, que somos capaces de influir en el libro tanto como el libro influye en nosotros, pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. Así que comentar un libro es, si cabe, más subjetivo que comentar una película, un disco o un juego.
Tengo que agradecer a mi tío José Antonio el que me pusiera en contacto con esta novela y me recomendara su lectura. Te lo devolveré algún día.
Esta obra maestra de la ciencia ficción se publicó en el año 1966. Está escrita por Daniel Keyes. En principio, fue una novela corta, que más tarde se extendió hasta su longitud actual. Como dato curioso, Charlie pasa de tener 37 años en el relato corto a 32 en la novela final. El libro fue galardonado ese mismo año con el premio Nebula a la mejor novela. Cuenta con una adaptación al cine (que no he visto) titulada “Charly” (1968), por la que Cliff Robertson ganó el Oscar al mejor actor. La novela ha influido en muchos campos, desde un musical en Japón estrenado en el año 2006, hasta referencias en “Los Simpson”, cuando Homer se saca un lápiz de cera que se metió por la nariz cuando era niño y que le hizo volverse tonto. Acaba harto de ser listo y decide volver a meterse un lápiz para ser tonto de nuevo. Hay referencias en comics de Spider-Man, en la serie de televisión de “Ghost in the Shell” y “Friends”, y en los videojuegos de “Destroy all Humans” y “World of Warcraft”. Y muchas otras que serían excesivas para figurar aquí.
Pero pasemos a la trama del libro. Algernon es un ratón. Un pequeño ratón de laboratorio que, junto con Charlie Gordon, un chaval con retraso mental que trabaja en una panadería, es sometido a un experimento para aumentar su capacidad cerebral y su inteligencia. Realmente, el muchacho se presenta voluntario. El libro está narrado como el diario del chico, desde su punto de vista . Comienza de la siguiente manera (literal):
“El doctor Strauss dise que debo escrebir lo que yo pienso y todas las cosas que a mi me pasan desde aora.”
Tras esto comienza el crecimiento intelectual de Charlie y de Algernon, comparados sistemáticamente por los doctores responsables. El chico comienza a percibir la realidad de un modo totalmente distinto, descubriendo de manera directa y, en ocasiones traumática, el mundo adulto con todas sus oportunidades (el amor con su profesora Alice Kinnian) y todas sus miserias (el descubrir que la gente que él pensaba sus amigos sólo le veían como un pasatiempo, sintiéndose recelosos con su recién adquirida inteligencia). Pero la capacidad intelectual de Charlie sigue aumentando hasta llegar a superar a los doctores que le trataron. Pero no todo seguirá así, pues la inteligencia del ratoncillo comienza a desaparecer, lo que implica que la de Charlie también seguirá el mismo camino. Condenado a regresar a la oscuridad de su mente, Charlie intenta por todos los medios encontrar una cura para frenar la degeneración, hasta que se da cuenta de la futilidad de sus esfuerzos y se ve relegado a volver a ser lo que siempre fue. Algernon muere, aunque no se encuentran evidencias en el libro para que Charlie también vaya a morir, por lo que, al concluir la novela, en uno de sus escritos lleno de faltas de ortografía, nos pide:
“por fabor si pueden pongan algunas flores en la tunba de Algernon en el patio trasero.”
La desesperación y el agobio del muchacho mientras ve como, a pasos agigantados, va perdiendo su capacidad de razonar, de pensar y de investigar se hace palpable en cada línea del escrito, pero luego él vuelve a ser feliz en su ignorancia y al lector le queda el recuerdo completo del proceso. Proceso que Charlie vive intensamente mientras reflexiona (cuando aún puede hacerlo) sobre cómo todo esto que le preocupa y le desespera dejará de tener importancia en apenas unas semanas. Esa certeza me parece terrible y es la parte en la que más pensé del libro.
Porque la decisión es complicada. Una vez que, como Charlie, tomas consciencia de que eres inteligente y disfrutas de un universo totalmente nuevo y apasionante, te dicen (o descubres en el pequeño Algernon) que volverás a ser tonto e ignorante, el mundo se te debe caer a los pies. Cabe pensar que llegará un momento en que te dé totalmente igual, pues tus preocupaciones serán distintas y más simples. Y la pregunta que inmediatamente me surgió fue: si pudieras ser más listo durante un tiempo y luego volver a tu estado, ¿lo harías?
Desde aquí lanzo la pregunta y yo la contestaré para animaros a pensar también a vosotros. Yo creo que sí. Aunque luego no te acuerdes, habrás disfrutado de cosas que ni siquiera ahora se te ocurrirían, porque también Charlie cuando no era más que un panadero, ignoraba aquello que le hará gozar cuando se vuelva más listo. Es decir, ignorar por desconocimiento o por olvido es lo mismo, es igual de duro. Yo aceptaría ser más listo, pues disfrutaría el momento y las ocasiones propuestas (Carpe Diem) mientras pudiera y, durante esos instantes, sería feliz. Es cierto que ser consciente de la pérdida de tu propia capacidad mental acojona, pero los beneficios superarán (desde mi punto de vista) los problemas.
Os animo a leer el libro y a contestarme. El debate está planteado y sólo falta vuestra opinión. Y hacedme un último favor, no dejéis sin flores la tumba de Algernon.
Para Samael. Por estar siempre ahí. Tantas, tantas cosas...

jueves, 3 de mayo de 2007

Diálogos para el recuerdo


Lo prometido es deuda, estimados visitantes. Tras el puente vuelvo a reunirme con vosotros para ofreceros una ración extra de grandes momentos de la historia del cine. Como el Tiempo apremia, pasemos cuanto antes a lo que interesa.
-American Beauty (Sam Mendes, 1999). Ricky (Wes Bentley) va al instituto con su padre, Frank, un militar homosexual reprimido y de clara actitud homófoba interpretado por Chris Cooper. Esto sucede tras recibir un regalo de bienvenida al barrio por parte de dos vecinos gays. En el coche se ofende por la actitud que mostraron, libre y sin complejos, iniciando una conversación con su hijo:
-Frank: “¿Por qué los maricones tienen que pasárnoslo siempre por la cara? ¿Cómo pueden ser tan desvergonzados?”
-Ricky: “De eso se trata, papá. No creen que haya nada de qué avergonzarse.”
-Frank: “¡Pues sí lo hay!”
-Ricky: “Tienes razón.”
-Frank: “No me apacigües como si fuera tu madre, mocoso.”
-Ricky, mirando muy serio a su padre: “Perdón señor por hablar sin tapujos. Esos maricones de mierda me dan ganas de vomitar.”
-Frank, sorprendido, tarda un tiempo en responder, pero dice: “A mí también, hijo. A mí también.”
No es más que una película. A los colaboradores de este blog nos repugna la homofobia y la discriminación de cualquier tipo.

Ars Magica Edición Definitiva en castellano

¡Salve! El 1 de julio se lanzó la teaser page , o página de preinscripción, de la campaña para la AMDE (Ars Magica Definiti...