Notre Dame de París (París, Otoño 2008).
En 1163 AD., hacía tan solo 15 años que los ejércitos francos y alemanes habían sido derrotados en Damasco en la II Cruzada. El mundo antiguo estaba en busca de un modelo social, y el papa de Ansere custode, Alejandro III, gobernaba Roma mientras en Gwynedd faltaban diez años para el nacimiento de Llewelyn ab Iorwerth , el más grande de los príncipes de Gales. Los capetos dominan en Francia, y su rey, Luis VII, el Joven, no será capaz de advertir la situación que acontecerá cuando Simón IV, señor de Montfort, se enfrente a Raimundo VI de Tolosa en la batalla por Provenza, algo que no llegará hasta el pontificado de Inocencio III, Comes signatus. En oriente medio, Jerusalén está en el comienzo del reinado de Amaury I, el padre de Balduino IV (el rey leproso), y Constantinopla vive bajo el mandato de Manuel Comneno, que otorgará el poder de Jurisdicción a los venecianos en el barrio latino, hecho que provocará la pérdida del Imperio Bizantino en la IV cruzada.
Y París. En París el obispo Maurice de Sully coloca la primera piedra de Notre-Dame, un proyecto que se extenderá a lo largo de 200 años, y que culminará a sesenta y nueve metros de altura sobre el suelo, en proporciones no igualadas hasta la llegada del s. XIII, con las catedrales de Amiens y Reims, mientras Notre-Dame busca más luz y se rehacen sus bóvedas siguiendo un nuevo estilo: el gótico. A la muerte del obispo, el arquitecto, Jean de Chelles, continúa con su proyecto.
Hasta Ancaelius y Tempus se sorprendieron al ver la fachada occidental: en el centro, la portada del Juicio Final, en el tímpano, Cristo como juez, y en el dintel, el pesaje de las almas; a la izquierda, la portada de la Virgen, y a la derecha, en el tímpano del pórtico de Santa Ana, aparece la Virgen con el Niño, de estilo románico.
A su conclusión (aunque nunca llegó a terminarse) Urbano IV, Jerusalem Campaniae, vivía en Roma, y hacía ya casi veinte años desde que se tomara Montsegur y se quemara a sus seguidores en el prat dels cremats. En Gales , Montfort ha capturado al Rey Henry y a su hijo, el futuro Edward I, mientras el nieto de Llewelyn, el hijo de Gryffudd, trata de liberar a un país que nunca logrará desprenderse de las cadenas inglesas. Jerusalén, en manos cristianas desde 1229 AD., está gobernada por Conradino, y el Sultán mameluco Vibras, lucha por la reconquista de Siria, que acabará por dominar, en un país que no conocerá la paz. El Imperio Latino de Constantinopla late con virulencia en Nueva Roma, lejos queda la antigua ciudad de Mi-Ka-Il, aquella que nos narrara la porfirogénita Ana Comneno, bajo el imperio de Alejo I.
Por todos los sueños que nunca abandonaron el reino de Morfeo, porque Sandman los guarde allí donde siempre quise estar: en El Campo del Violín.