lunes, 21 de enero de 2008

El Padrino parte III

Año de producción: 1990
Producida y Dirigida por: Francis Ford Coppola
Guión: Francis Ford Coppola & Mario Puzo
Intérpretes: Al Pacino, Diane Keaton, Talia Shire, Andy García, Eli Wallach, Joe Mantenga, Bridget Fonda, George Hamilton, Sofia Coppola
Duración: 163 minutos
Frase Mítica: “¿Por qué me he condenado así? Dame una oportunidad para redimirme y jamás volveré a pecar.” Michael Corleone

Cuanto más alto se sube, más profunda es la podredumbre. El poder, la corrupción y la sangre han llegado a los salones Papales, en las entrañas del Vaticano. Michael Corleone está a las puertas de la Gloria… y del Infierno.
La escena inicial recuerda a la del bautizo de la primera parte. La hipocresía de una persona, no exenta de cierta sensación de culpa. La culpa, de hecho, es el factor desencadenante de todos los acontecimientos de esta última parte de la saga. La culpa y los intentos de redención de un hombre hastiado y destrozado por la violencia con la que ha convivido durante largos años.
El tiempo ha transcurrido. Michael ve la posibilidad de legalizar sus negocios de una vez por todas. Sus hijos, Mary y Anthony, la tercera generación, han dejado de ser unos niños. Su hijo no quiere continuar con los turbios negocios familiares y Michael desea, por encima de todo, proteger a su hija. El fantasma de Fredo le acosa y le atormenta. Demasiadas preocupaciones para un corazón cansado. Ni todo el poder sobre la Tierra puede cambiar el destino.
Michael, por sus hijos, decide abandonar el el crimen e invertir todo su dinero en un negocio “legal” con el mismo Vaticano. Sin embargo y para su sorpresa, los círculos eclesiásticos son más peligrosos que los sicilianos. El Arzobispo Gilday decide, apoyado en otra “familia”, estafar a los Corleone. Además, la mayoría de los Padrinos de Nueva York son asesinados, el Papa agoniza y Michael sufre un ataque diabético debido a toda la tensión soportada.
Vincent, el hijo ilegítimo de Sonny, apoyado por su tía Connie, entra en escena con la fuerza y la decisión necesarias para que, bajo su mando, la familia se mantenga fuerte, pero se enamora de su prima, Mary. La única condición que le impone Michael antes de darle el mando es que la deje. Lo hace porque intenta protegerla, pero no resulta tan sencillo.
La película concluye, como toda la saga, con un espectacular montaje que alterna sangre y celebraciones. Al son de “Cavalleria Rusticana”, una ópera de venganzas sicilianas interpretada por Anthony Corleone, se decide el trágico, aunque no por ello menos esperado, destino de los Corleone. Michael pierde a su hija. Aquella a la que había intentado proteger a toda costa. Le golpean donde más le duele. Siente en sus propias carnes el precio de sus acciones. La mejor escena de la película se despliega directa, sin concesiones, ante nuestros ojos. Al Pacino llora con el cuerpo sin vida de su hija en sus brazos. La escena resulta conmovedora y cuenta con una carga dramática y una tensión insoportables. Coppola elimina el sonido de los gritos de Michael, logrando que la sensación de angustia, desesperación y sufrimiento aumente hasta límites prácticamente inaguantables. Es difícil ver sufrir tanto a alguien en una pantalla. Pacino nos transmite todo su dolor, estallando violentamente en un último grito, este sí con sonido, que nos permite volver a respirar.
La relación de esta película con el peso de la culpa y los pecados que arrastramos se hace patente en dos sobresalientes escenas. Michael hablando con el Cardenal Lamberto (futuro Papa Juan Pablo I), confesándose de todos los terribles asesinatos que cometió en su vida. Michael llega a decir: “Asesiné al hijo de mi madre. ¡Asesiné al hijo de mi madre!”. Lamberto le replica: “Tus pecados son terribles y es justo que sufras.”. Aunque luego le da la absolución. Pero Michael no podrá descansar en vida, pues el mismo sicario que luego acaba con la vida de su hija, mata a Don Tomassino por intentar protegerle. Destrozado ante su ataúd, llega a la decisión de dejar todo en manos de Vincent, aunque ello conlleve que la legalidad tanto tiempo ansiada no llegue. Vemos a un Michael vencido, derrotado, incapaz de llevar sobre sus hombros una carga como esa más tiempo. Michael abatido por sí mismo, por sus logros.
En las escenas de Sicilia se pueden ver detalles referentes a las otras dos películas. Mientras Michael pasea con Kay por sus calles, presencian una boda (recordemos que Michael, en el exilio siciliano de la primera parte, se casa con Apollonia); y ven pasar un burro con dos alforjas por la plaza del pueblo de Corleone (el joven Vito escapa escondido de esa manera en la segunda parte).
Al Pacino regresa a su rol de Michael Corleone y brilla de manera asombrosa, pese a contar con maquillaje que le hacía parecer más anciano. Hay gente que opina que ni siquiera él es capaz de soportar el peso de esta película, pese a mostrar un lado más humano y anhelante de redención.
Andy García hace, probablemente, el mejor papel de su vida. Resulta totalmente creíble en su construcción del heredero Corleone, intuyéndose rasgos ya apuntados por James Caan (su padre en la ficción en la primera parte).
Sofia Coppola, que interpretó al hijo de Michael que bautizaban al final de “El Padrino”, no aporta nada. Su personaje no merecía ese trato tan frío y distante. Decían que Coppola escribió el papel pensando en Winona Ryder, pero la actriz sufrió una lesión en la rodilla y no pudo participar en el rodaje. Así que Francis se decidió por su hijita… ¡es que no hay actrices en el mundo! Como si pones, y permitidme la frivolidad, a Jack Black (y que conste que me cae muy bien y su papel en “King Kong” (P. Jackson, 2005) es muy valorable) de protagonista de Superman… ¿me entendéis? Pero como Coppola sabe ser justo, le dio el papel de Mina Harker en “Drácula de Bram Stoker” (F.F. Coppola, 1992).
Robert Duvall, el consigliere Tom Hagen, estaba también pensado para la película. Pero de nuevo el vil metal arruinó una interesante colaboración, ya que la Paramount se negó a pagarle los mismos honorarios que a Pacino, pues según cuentan quería cobrar igual que él. El papel del abogado Harrison, interpretado por George Hamilton parece demasiado familiar (en lo que se refiere a funciones desempeñadas en la familia, que no a empaque e importancia narrativa).
Sin Ryder y sin Duvall (además, sin Hagen), la película pierde bastantes enteros, lo que unido a un guión no tan brillante como en otras ocasiones, nos deja un sabor agridulce. Por lo que pudo ser y no fue. Coppola explica que, tras el fracaso de su película “Corazonada” (1982), se vio en la necesidad económica de rodar esta tercera parte, ya que la oferta que le hizo la Paramount fue muy generosa. Como para no serlo, las productoras explotan las gallinas de los huevos de oro hasta el máximo. Pero Coppola, que valoraba como realmente se merecen las dos primeras películas, quería desmarcarse de esta última titulándola “La muerte de Michael Corleone”, pero ¿a que resulta mucho más atractivo y comercial “El Padrino parte III”? Desde mi punto de vista, es una película necesaria y un homenaje a las otras dos películas de la saga y, sobre todo, al personaje de Michael Corleone, uno de los más grandes de la historia del cine. Pero también admito que la sombra de las dos anteriores películas es muy alargada y lastra ésta desde el principio.
Existe una considerable similitud entre el guión de esta película y la primera: un padrino viejo que cae gravemente enfermo a causa de un atentado, un sucesor que debe tomar el control y un viaje a Sicilia; finalmente, una secuencia de asesinatos para saldar cuentas. Puede que al tándem Puzo-Coppola se le estuvieran acabando las ideas. Puede, pero el director hablaba de una hipotética cuarta parte, con un estilo similar a la segunda. Dos historias paralelas: Sonny Corleone en su juventud, mezclándose en los negocios paternos; y otra de Vincent Corleone continuando con la familia. Padre e hijo. Pero Mario Puzo murió en 1999 y la posible cuarta parte quedó como eso, como una posibilidad.
La muerte de Michael sucede en una época indeterminada del futuro. Muere sólo, ciego, cansado y con la única compañía de un perro.

Y acabo con las naranjas:
- Michael, al morir, deja caer una naranja de su mano.
- En la masacre de Atlantic City, cuando empieza a temblar la mesa, una naranja rueda por encima de ella.
- Mientras Altobello habla con Michael en el hospital, Neri pone un vaso de zumo de naranja en la mesa.

La película no ganó ningún Oscar, pero estuvo nominada a siete: Mejor Película; Mejor Director; Mejor Actor de Reparto (Andy García); Mejor Fotografía; Mejor Dirección Artística; Mejor Montaje y Mejor Canción.

4 comentarios:

Samael dijo...

Al fin la tercera parte de esta entrega, felicidades, Tempus, el primer post del año, y a seguir sumando.

Lunatika Lovegood dijo...

Buena trilogía, a mi la que que más me gustó fue la primera, pero hay que reconocer que las tres están muy bien.

Curiosa apreciación la de las naranjas Tempus.

Ya de paso os felicito el año nuevo, aunque sea con un poquito de retraso, estoy un poco out en el mundo del cyber-espacio ahora mismo.

Saludos!

tacáliz dijo...

La III es bastante peor o por lo menos más aburrida...
Supongo que lo de que tenga cierto desarrollo como la I es una forma de decir que la vida es así de mierda y que hagas lo que hagas la cagas, que todo se repite y no tiene arreglo...
De verdad... que gente más pesimista..

Tempus dijo...

Samael: Gracias. Siempre me agradan tus palabras (y mucho más si son positivas).
Lunátika: Prefiero la segunda, pero mejor la primera que ésta. Lo de las naranjas es un juego muy divertido que es mejor hacer, creo yo, a partir del segundo visionado de las películas.
Tacáliz: Se puede interpretar como el círculo que ha de cerrarse siempre en la vida, ¿no?

Eryri