San Andrés de Teixido

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Cruceiro sobre San Andrés de Teixido, (verano, 2008).

Hace ya un año que me hablaron de este lugar, del que dicen que “va de muerto el que no fue de vivo”. En esa publicación narré los hechos que ahora transcribo literalmente: Dice la leyenda que cuando andaban Cristo y San Pedro por el mundo, pasaron por aquí y hallaron a San Andrés dentro de una manzana que comía San Pedro.

El apóstol, que también había arribado a Teixido en una barca de piedra, quejábase de lo abandonado que estaba su culto en relación con el de Santiago, pero Cristo lo consoló diciéndole: “No te preocupes, Andrés, pues aquel que no venga de vivo una, ha de venir de muerto tres”.

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Vista de San Andrés desde el Cruceiro.

Fue suficiente para querer viajar a este centro de peregrinación que situaré por detrás de Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Canterbury. Dicen que puedes ayudar a tus difuntos a llegar a este lugar, y en época de peregrinación has de acudir a sus lápidas y golpearlas para invocar sus espíritus. En tu viaje te acompañarán, y será de mala educación no dirigirles la palabra o contar con ellos a la hora de comer. Pero si nadie se ocupara de ti, vagarás hacia San Andrés, y tu alma viajará sola, en una penitencia que se repetirá por tres veces.

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San Andrés.

La iglesia de San Andrés tiene su origen en un monasterio del siglo XII, y fue cedida, en 1196 AD., a la Orden de San Juán de Jerusalén, fundada en el s. XI en Jerusalén, cuya regla se confirmó en 1113 AD., y que posteriormente se conocería como Orden de Malta. Posteriormente el templo fue traspasado a la familia de los Andrade de Galicia.

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Iglesia de San Andrés.

Los caminos del lugar están custodiados por milladoiros alimentados por las piedras que aporta cada peregrino, que servirán como testigos de su visita cuando acontezca el Juicio Final, y una vez visitado al santo, debes bajar a la fuente y arrojar en ella una migaja de pan, por ver si tus plegarias serán escuchadas. Si aquella flota, entonces se cumplirán. Aunque parece que actualmente los peregrinos prefieren atar trozos de papel y bolsas de plásticos en las alambradas que están en el camino que conduce a los acantilados.

Ya de vuelta los caminantes podrán regresar con el ramo de San Andrés, formado por una vara de avellano, ramitas de teixo y herba namoradeira; o en su defecto, con algunas rosquillas.

Adieu, verano.