lunes, 19 de octubre de 2009

Santos Medievales: Nicolás de Bari

Conocido como Nicolás de Bari (o de Myra), realmente nació en la ciudad de Patara, en Licia, al sur de la península anatólica, en el siglo IV. Aunque nació en una familia adinerada, siempre fue generoso. Se dice que arrojó tres esferas de oro al patio de una casa pobre, donde un hombre, acuciado por la necesidad, estaba a punto de entregar a sus tres bellas hijas a la prostitución. Luego, sin siquiera ser cura, fue elegido obispo por designio divino en la ciudad de Myra, y siendo cura siguió siendo humilde. Se dice que salvó a unos marinos de la tempestad cuando éstos lo invocaron y el obispo calmó las aguas cuando se apareció en la cubierta del barco. También desenmascaró al demonio Diana, después de que el santo abatiera un árbol consagrado a la diosa. Ésta, enfurecida, no se lo perdonó y disfrazada de devota peregrina entregó a un grupo de marineros un aceite que les ordenó rociaran, en forma de ofrenda, sobre la casa de Nicolás. El santo, enterado de sus argucias, les demostró que ese aceite habría hecho arder su casa, y a él dentro. Cuando murió, su cuerpo empezó a exudar un líquido que llamaron Maná, y que ahora los peregrinos recogen con fervor pues dicen que cura numerosas enfermedades.

Su fiesta es el 6 de diciembre. En ella se le recuerda como salvador de la infancia. Se dice que una vez muerto resucitó a un niño que había sido estrangulado por el demonio, disfrazado de peregrino. Su tumba, en Myra, fue trasladada al enterarse los bareses, por los venecianos, que su sepulcro había sido abandonado y profanado por los persas. Aunque los venecianos lo querían, los bareses se adelantaron y lo trajeron a Bari en 1087 AD. Cuando iba a ser consagrada la capilla, apareció en ella una preciosa columna de mármol que lo había acompañado en Myra, y que milagrosamente, estaba ahora en Bari. Muchos peregrinos abrazados a ella se han curado de todas sus enfermedades. Numerosos son los que han intentado arrancarle pedazos para comercializarlos, y en las cercanías cambian aceite y trozos de mármol, recogidos por el campo, engañando a los peregrinos que piensan que son el Maná y los pedazos de la columna de Myra.

Bibliografía:

Las Aventuras de un Humilde Cruzado de Franco Cardini.

4 comentarios:

tacáliz dijo...

Atiende... nunca he entendido que la gente pudiera creerse esas cosas. Yo soy más de San Apapurcio Bendito, aunque no sé cuales fueron sus milagros, es mucho más socorrido.

Viva la mitología.

Titivillus dijo...

ojito con la diosa protectora de la naturaleza y con los peregrinos XP

Tempus dijo...

Esta santa vida está llena de santos actos. Lo que se me viene ahora mismo a la cabeza es rociar con el aceite que exuda su cuerpo a más de un vampiro, mientras se encuentra encadenado a la columna que viajó hasta Bari... Muhahahaha!

Lunátika L. dijo...

A mi tb. me cuesta creer en estas historias, nunca me he cruzado con un santo jeje. Pero está curiosa.

Eryri